"Una moto nueva,
y en el accidente no le pasó nada"
Leo Masliah
Sobran ejemplos para demostrar aquello de que la estupidez humana no tiene límites, y para corroborar que el mayor peligro para un ser humano, a pesar de la inseguridad, el hambre, etc. es, justamente, su propia estupidez.
El sábado pasado a la tardecita estaba junto a mi novia esperando el colectivo 168. Era una tarde lluviosa y la calle Roque Saenz Peña en San Isidro es empedrada. Y todos sabemos de los recaudos que hay que tomar a la hora de manejar en días de lluvia.
La cuestión es que llegando a la esquina, casi a la altura de donde hay un lomo de burro, estaba pasando una moto. En eso sentimos un ruido a como que se cae una moto. Efectivamente, una moto se había caido, se había resbalado en realidad, como conscuencia de manejar imprudentemente en un día húmedo y lluvioso.
Era una moto pequeña y en la misma viajaba una pareja. Él, sin casco alguno. Ella, participando de esa extraña costumbre que determina que el caso debe usarse en el codo. Todo ello, contribuyente a aumentar la posibilidad de peligro.
En suma, no se mató nadie de pura suerte. La chica cayó, el chico cayó, la moto cayó. El tránsito pudo esquivarlos y frenar a tiempo a pesar del camino resbaladizo. Incluso una rueda de auto frenó a medio metro de la cabeza de uno de ellos.
Luego de su estúpida caída, se apresuran a corroborar que la moto esté bien. La muchacha se tocaba la cabeza algo dolorida, consecuencia de la falta de casco. Obviamente, el codo lo tenía bien.
Se estaban subiendo a la moto y ahí mi muchacha le dice a la chica motorizada: "¿Podrías usar el casco, no? Digo, así no te golpeás".
La chica sonríe estúpidamente y dice: "Ay sí... ya es la segunda vez que nos pasa hoy".Finalmente, ante la insistencia, se coloca el casco y salen raudamente. Tenemos grandes sospechas de que seguramente se quitó el protector elemento a las dos cuadras, dirigiéndose sin escalas a recibirse de Licenciada en Pelotudez.
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