Todos aquellos que me conocen saben que me gusta ir al Temple Bar. Ubicado en los bordes de la zona de Retiro, constituye una buena alternativa al estar unas cuadras más alejado que el resto de los pubs de la zona. He ido varias veces, con algún amigo, con alguna amiga, con grupos reducidos o grupos algo más numerosos.
Lo bueno es que la música no suele estar tan alta como para no poder hablar y que casi siempre se consigue lugar. He ido a horarios en los que estaba casi resignado a no encontrar y sin embargo siempre pude hallar un par de mesas libres como para poder acomodarme y disfrutar de unos ricos tragos.
Pues bien, un dia del año pasado me encontraba por dicha zona paseando con una muchacha que me resultaba más que interesante como para conocer mejor. Habíamos estado paseando por los alrededores y ya era hora de ir a picar algo. Así que le propuse de conocer dicho lugar, no estábamos lejos. Dicho sea, mientras nos dirigíamos raudamente al bar yo iba comentando las bondades anteriormente dichas (música no tan alta, facilidad de encontrar lugar).
Y que pudo haber pasado, queridos lectores...
Pues bien, que el lugar no sólo estaba lleno, sino que había incluso gente de pie acurrucándose junto a la barra o ansiando que se despeje alguna mesa. La música parecía estar saliendo de algún sistema de sonido que contenía parlantes del tamaño de la turbina de un Jumbo Jet y hasta había alguien armando una batería...
No hace falta decir que un par de semanas después volví a ir al mismo lugar en mismo día y horario y, obviamente, estaba tal cual lo encontré el 99,99% de las veces.
[Escuchando: La Zurda - " Huaynot "]
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