lunes, marzo 02, 2009

Música para todos, aunque no quieras

Todo el que me conozca aunque sea un poco, sabe que soy un tipo bastante tecnófilo. Siempre me gustó saber de los últimos y extraños gadgets, y sorprenderme diciendo "¡Uy, se viene con todo del Blu-Ray!", "¿Alguien desea comprar al por mayor una licuadora con conexión USB?" u "¡Oiga señor policía, ahora sacaron un palito de abollar ideologías (copyright Quino) que viene con radio AM y FM!".
Aunque claro, no dejo de criticar algunas cosas al cohete como las heladeras con conexión a internet o los hornos con televisorcito.

Hoy en día uno se soprende de los aditivos que traen los teléfonos celulares. Aparte del hecho originario que no muchos recuerdan que es el de, justamente, hablar por teléfono, también uno puede sacar fotografías sin flash, filmar con baja resolución, jugar jueguitos y hasta escuchar música. Esto ayuda a que uno no salga tan cargado a la calle y, además, es un incentivo para quienes quisieran tener algunos de estos equipos pero por cuestiones económicas no podrían bancarse el comprar cada uno de ellos por separado.

Hasta aquí, todo bien. Lo que sí me hace dar un poco de ganitas de odiar un poco a esta tecnomanía es el hecho de que la gente olvida que estos preciosos aparatitos que incluyen la posibilidad de escuchar música suelen venir con auriculares. Y si vienen con auriculares es por alguna razón lógica. Por ejemplo, que uno escuche SU música en vez de obligar al resto de la humanidad a hacerlo.

Pasa seguido que uno va viajando y se encuentra con alguien que quiere que todo el pasaje escuche su colección de reggaeton, cumbia, o lo que sea. No es sólo una cuestión de género. La otra vez alguien oía a La Renga y también me molestaba. Señores, señoras, jóvenes y niños: Usen auriculares, que para algo están.

Como corolario, una anécdota que me pasó hace poco en un colectivo. Iba yo viajando sin ningún tipo de "Ayuda para aislarme del resto del pasaje". O sea, sin reproductor de MP3, Ipod, libro, revista de acertijos, papel para escribir ni nada por el estilo.
Era un viaje largo y al lado mío se para (yo iba sentado) un señor con una radio portátil, de esas que tienen más razón de estar en el estacionamiento de un garage que en un colectivo lleno de gente. Iba escuchando un partido, no recuerdo cuál ni me importa. El tema era que el aparatito lo tenía en la mano, pero mas o menos a la altura de su pupo. O sea, estaba a la altura de mi oído y no el suyo.

Asi que simplemente se produjo el siguiente diálogo:

Emepol: Disculpe, ¿podría bajarle el volumen a la radio?
Señor molesto con radio: Pero quiero escuchar el partido...
Emepol: Yo no.

Y bueno, el señor al menos recapacitó, colocó la radio a la altura de su oído y yo seguí mirando por la ventana sin preocuparme por el resultado de un partido que no quería oir.

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