En un reciente artículo, Podeti hablaba sobre las "habilidades" que uno puede practicar como usuario habitual del transporte público.
Con respecto a ellas, el "ubiquing" puede ser la que menos práctica requiere. Sin embargo, tiene sus vericuetos. Especialmente en el subte, donde los modelos de vagones (al menos acá en Buenos Aires) difieren según la línea e incluso, líneas como la "C", tienen 2 ó 3 tipos de trenes diferentes.
Sí es útil lo que podríamos llamar el "ubiquing inverso", que es el calcular en qué vagón y/o puerta ubicarse para que, al bajar, uno esté lo más cerca posible de la escalera mecánica.
El "chaining" es más complicado, hace falta un timing impresionante, por no decir un ojete a prueba de todo en muchas ocasiones. Sin embargo, a veces funciona. Incluso mejor de lo esperado.
Eso fue lo que pasó un día en que viajando en la línea 65, estaba por bajar para hacer combinación con el 168 para volver al bajo de San Isidro, donde vivía en aquellos tiempos. Ya estaba dirigiéndome raudo a la puerta para descender, cuando veo por el enorme ventanal trasero del bondi que a unos metros atrás se acercaba un 168. Yo, temeroso de perderlo, especialmente teniendo en cuenta que al oscurecer, la frecuencia de esta última línea es bastante azarosa (de día, a veces también).
Dicho esto, empecé a hacerle señales con la perdida esperanza de que el chofer me viera y que además, pudiera comprender que mis gesticulaciones querían indicar algo así como "Quiero bajarme de este bondi en la parada y tomar el tuyo, porque no quiero esperar una eternidad".
Milagrosamente, funcionó. El señor cientosesentayochero asintió con la cabeza, y en un rápido "chaining" me bajé de uno y en un periquete ya estaba viajando en el otro.
Lo que se dice una verdadera coordinación.
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