jueves, abril 08, 2010

Born to be fast

Una cosa que me causa gracia cuando voy manejando son los tipos que van "apurados de la vida", esquivando y zigzagueando otros automotores y siempre terminan a la misma distancia de uno.
Como la otra vez:
Hace unos días iba manejando por Lugones hacia Almagro, a la casa de Mi Novia. Pasando un poco el puente de Pampa, y teniendo en cuenta que había bastante tráfico, me voy tirando a la derecha para luego salir por Dorrego. Poco después ya iba en el carril extremo derecho. Al rato, aparece un auto manejando por la banquina a altas velocidades. En un momento, no recuerdo las circunstancias exactas, se mete en la semiautopista mencionada y comienza a circular detrás mío. Eso sí, utilizando la modalidad "me pongo a pocos milímetros del auto que está adelante para que se apure y/o se corra". Lo que no sé es por qué, si estábamos en el carril de la derecha, no se corría él para poder adelantarse como corresponde, por la izquierda.
La cosa es que finalmente consigue volver a la banquina y retoma su acelerado viaje.
Lo curioso del asunto es que al llegar a Dorrego, terminamos uno al lado del otro. Y así (metros más, metros menos) por varias cuadras. En algún momento este señor pasó un semáforo en amarillo, pero lo volvía a alcanzar debido a las condiciones del tránsito. Y es que la gente que va así tan apurada "al cuete" no suele ser previsora y observar cómo está la calle más allá de 2 o 3 metros adelante.
Finalmente, entre embotellamiento y elección errónea del carril, quedó lejos atrás. Huelga decir que en todo momento yo me mantuve dentro de las velocidades máximas y mínimas permitidas en cada ocasión (para aquellos que no saben, la mínima salvo que se exprese lo contrario es la mitad de la máxima).

Moraleja de esta historia: El estado de la ruta es más importante que la presión sobre el acelerador.

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